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Malos ejemplos

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En la isla de Bali, una provincia de Indonesia, es una comunidad hartamente estudiada por antropólogos por sus características particulares de su sociedad nativa, allí la riña de gallos es un evento tradicional de la cultura local, sin ahondar en detalles sobre este tipos de prácticas (ahora prohibida por la leyes) pero que hasta la actualidad se realiza con cierta popularidad concentra exclusivamente a la población masculina donde se trata mucho mas que las apuestas, para los balineses se trata de un medio de expresión.

En ese ámbito se espejan los status y conductas arraigadas de una sociedad de miles de años, en suma, estudios etnográficos concluyen que la riña de gallos para los nativos es donde los mas jóvenes aprenden características sobre su propia sociedad que luego imitaran o asumirán.


 

Un detalle no menor: las riñas tienen árbitros, y si bien hay cierto alboroto y gritos cuando los animales se enfrentan, la decisiones arbitrales no son discutidas en ningún momento, no hay enfrentamientos ni peleas entre los asistentes ni antes ni durante ni después, la gente participa, apuesta, se muestra, las riñas terminan y todo acaba. En este contexto es que., “…el balines descubre y forma su temperamento y al mismo tiempo el de su sociedad”. (Hernandez, 2016)

Quizás, salvando sus diferencias, podríamos trasladar lo que es esta especie de ritual educacional de la popular riña de gallos para los balineses a lo que es el fútbol para los Argentinos. Una cancha de fútbol en Argentina, en cualquier punto de este extenso país suele ser el lugar donde también se espeja una sociedad, donde los mas jóvenes asimilan conductas de los mayores, y luego, ¡si claro! acertaron, las imitan.

Entonces si colocamos la mira por estas latitudes y vemos con detenimiento lo sucedido el domingo en la Final del Torneo de la Liga Roca, al sur de la provincia de Córdoba, con mas de 2.000 personas en la cancha (muchos de ellos niños y jóvenes) donde sobre el final del partido varios integrantes de uno y otro equipo (dentro de la cancha) se agredieron brutalmente en una batalla campal, absurda, pero sobre todo peligrosa en el sentido de lo que se muestra, ya que como dijimos al principio estos ámbitos suelen reflejar características de la sociedad.

Y cabe preguntarse entonces ¿somos realmente violentos? esto es lo que estamos dejando como enseñanza a las generaciones futuras como si un partido de fútbol fuera una guerra (sin ser exagerados en el concepto). entonces como irán a replicar o ya inciden estos episodios en lo que se pueda construirse de aquí en mas?

Sin ir mas lejos días atrás medios provinciales destacaban en primera plana a la Liga Roca por su proyecto de “Acompáñame a Crecer” que se instrumenta hace años, donde trabajan denotadamente Clubes, Policía y la misma Liga Roca, y tiene como objeto erradicar la violencia desde el fútbol infantil, paradojicamente este ultimo domingo se es noticia por un hecho de violencia en una Final del fútbol regional, lo cual hizo parecer a esta valiente iniciativa preventiva, al menos como un espasmo quijotesco.

También es cierto que seguramente ayer por la fría tarde, (encima) mas de uno ayer se fue resignado a su casa, con la cabeza gacha por ir a presenciar una fiesta del fútbol y terminar siendo testigo de un hecho policial. La pregunta es, cuanto estaremos internalizando estos actos y dejarlos pasar como si fueran naturales a un bendito partido de fútbol?

No hay dudas, el fútbol (guste a o no guste) en este país también es educacional, y es el contexto donde niños y jóvenes aprehenden, asimilan conductas de como se organizan las sociedades que los contienen, entonces es hora de no seguir asumiendo que la pelota se manche, no podemos permitirnos que la violencia sea un modelo de vida. Sencillamente porque perdemos todos.

Ignacio Castro

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