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La Pampa: 10 años de cárcel por envenenar a su marido policía con un licuado de banana

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El jurado de audiencia declaró culpable a la mujer este martes, por intento de homicidio contra su expareja, el policía Gabriel Páez Albornoz.  Le suministró un licuado de banana que, después se conoció, contenía un poderoso veneno.  Ahora recibirá una pena mínima de 10 años de cárcel.

Yanina Coronel ni se inmutó. No hizo ningún gesto. Tampoco su abogada defensora. Ambas se retiraron del edificio por ascensor y evitaron hacer declaraciones este mediodía. Un tribunal la declaró culpable y recibirá una pena mínima de 10 años de cárcel.


 

Unos segundos antes, los jueces declararon a la mujer autora material y penalmente responsable del delito de homicidio doblemente agravado, por el vínculo de pareja con la víctima y por el medio utilizado- veneno- en concurso ideal, en grado de tentativa. Los jueces fijaron audiencia de imposición de pena para el próximo 8 de setiembre del 2023 a las 08:30 horas.  

La sentencia estuvo a cargo del tribunal integrado por los jueces Daniel Saez Zamora (presidente del tribunal) y Andrés Olié y la jueza Alejandra Ongaro. Ese mismo tribunal tuvo a cargo el fallo del caso de Lucio Dupuy a principios del año.

El fiscal Oscar Cazenave y el abogado querellante Benjamín Ortiz habían pedido que Coronel sea condenada para el delito de intento de homicidio. La defensa había alegado por la absolución, por el beneficio de la duda.

El envenenamiento de Páez Albornoz -un policía de 37 años, con casi 20 en la fuerza- ocurrió el 5 de septiembre de 2021. Fue a trabajar a las 18 horas a su división, la Seguridad Rural de Toay, que funciona dentro del Autódromo Provincia de La Pampa. Entre las 19.30 horas y las 20 regresó a su casa para buscar un disco: iba a cocinar para sus compañeros. También los ingredientes de esa comida. Por el celular, su entonces esposa, Yanina Coronel, ofreció hacerle un licuado: cuando pasó por la casa se lo entregó.

Al regresar al Autódromo, Paéz Albornoz comenzó los preparativos de la comida. Le ofreció el licuado a otros compañeros: uno lo olió y no le sintió un buen olor. Además, estaba negro: Yanina le dijo que le había puesto chocolino. Otro no quiso probarlo: recordó que otras veces tuvieron que tirar esos preparados porque tenían un gusto agrio.

Apenas Páez Albornoz probó el licuado, sintió un gusto agrio. Y se empezó a descomponer y a vomitar. Un compañero -policía retirado que estaba convocado- ofreció llevarlo en su camioneta particular. Paéz Albornoz tuvo tiempo de llamar a su entonces pareja para preguntarle que le había puesto. Y se había lavado bien el envase: creyó que podía tener restos de un limpiador o un detergente.

Pocos minutos después que Páez Albornoz se descompusiera, el perro del lugar (era el guardián de la División Seguridad Rural), llamado “Fiolo” empezó con convulsiones. Y largó espuma por la boca.

Primero a Páez Albornoz lo llevaron al hospital Taladriz de Toay, pero inmediatamente ante la gravedad del cuadro lo llevaron al Hospital Molas. Tenía una falla multiorgánica. Allí le aplicaron el tratamiento o protocolo para un envenenamiento, hasta saber qué veneno específico había actuado.

Con un video del perro con convulsiones, supieron que ser trataba de un envenenamiento. Esto lo declaró el jefe de la Unidad Regional Uno, Juan Carlos Mendis, uno de los testigos del juicio. A los pocos minutos le avisaron lo ocurrido: ordenó resguardar ese lugar en el Autódromo, como una escena de un delito.

Al lugar llegó el jefe de la Agencia de Investigación Científica, Luciano Merini. Es un bioquímico, especializado en toxicología. También declaró en el juicio. Dijo que por los síntomas que tenía Páez Albornoz había dos opciones: una, era organofosforados; y otra, carbamatos. Ambos tienen los mismos mecanismos de funcionamiento: pero en el juicio se supo que los insecticidas con carbamatos pueden ser tratados: los síntomas son reversibles. En el caso de los organofosforados, la muerte es el único final.

El Diario

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